18 de noviembre de 2025 |

Cuidados de la piel: zonas de riesgo y cómo evitar heridas

Prevención de úlceras, hidratación y vigilancia en puntos de presión

La piel es el órgano más grande del cuerpo y nuestra primera línea de defensa. En personas con movilidad reducida, mantenerla sana es fundamental para evitar úlceras, infecciones o complicaciones que pueden llegar a ser graves. Con una atención diaria y pequeñas acciones de prevención, podemos protegerla de manera efectiva.

Zonas más vulnerables a lesiones

Las zonas más expuestas a sufrir úlceras por presión son aquellas donde el hueso está más cerca de la piel. Esto incluye el sacro, los talones, las caderas, los codos, la espalda y, en algunos casos, las orejas. Cuando hay poco movimiento o presión constante, estas áreas pueden enrojecerse y, si no se trata a tiempo, derivar en heridas abiertas.

Los factores que aumentan el riesgo son la fricción, la humedad (por sudor o incontinencia), la mala circulación y la falta de cambios posturales. Por eso, es importante prestar especial atención a estos puntos cada día.

Cómo prevenir las úlceras por presión

Una de las medidas más efectivas es cambiar de postura de manera regular. En personas encamadas, se recomienda hacerlo cada dos horas, y en personas en silla de ruedas, realizar pequeños ajustes posturales con frecuencia. El uso de cojines antiescaras y colchones adaptados ayuda a repartir la presión y evitar puntos de tensión.

Es importante revisar visualmente la piel cada día. Si aparece un enrojecimiento persistente o una zona dura y caliente al tacto, hay que actuar rápidamente. También es necesario limpiar la piel con suavidad, sin fricciones fuertes, y secarla bien después de la higiene.

Hidratación y nutrición: cuidar la piel desde dentro y desde fuera

La hidratación es clave para mantener la elasticidad y resistencia de la piel. Se deben aplicar cremas hidratantes sin perfumes ni alcohol, especialmente en las zonas de riesgo, con movimientos suaves y sin masajes agresivos. Evita aplicar crema sobre heridas activas.

Además, una alimentación equilibrada rica en proteínas, vitaminas y ácidos grasos esenciales favorece la regeneración de la piel. Beber suficiente agua a lo largo del día también es fundamental.

Vigilancia y detección precoz

Identificar a tiempo cualquier cambio en la piel puede evitar complicaciones. Los signos de alerta incluyen picor, enrojecimiento que no desaparece, dolor o zonas de piel endurecida. Es recomendable llevar un registro de los cambios y, si es necesario, hacer fotos para mostrarlas al profesional de salud.

Los cuidadores y familiares tienen un papel clave en esta vigilancia diaria. Si se detecta alguna anomalía, es importante consultar con el personal médico o de enfermería para valorar el tratamiento más adecuado.